23.1.09

Imelda y mi padre

Este texto lleno de imágenes con moho y humedad de Adrogue, es de mi Padre. Llegó ayer por mail. Y a mi me pareció lindisimo, lleno de olores y texturas de la ninez. Esta es la Imelda con la que yo me quedo. Gracias Pa!
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Entre recuerdos y olvidos miro los años cincuenta del siglo pasado. Uno oía, como hoy, a los padres hablar de lo dificil que era todo, que la plata escaseaba, que el mundo estaba loco, que las barbaridades que se estaban conociendo que se habían perpetrado durante la guerra. La crueldad y los campos de exterminio. ¡Las bombas atómicas! La idea de uno, niño por ese entonces, era que nada podía ser peor, asique en adelante la vida sería una canción.....
Con esa inocencia enfrentabamos el cada día a la salida de la escuela y el dilema existencial al que los padres nos sometían:"nada de ir a jugar al futbol, primero hay que hacer los deberes". No había forma de hacerles entender, que los deberes de la escuela se podían hacer con luz eléctrica y que jugar al la pelota requería luz natural, ya que en ese entonces- Ud. sabrá- no había canchas con luz artificial. En fin, dependiendo de la cantidad de tarea, uno la hacía, con borrones y agujeros en las hojas, asumía el reto futuro de la maestra...y salía a jugar.
En el otoño el ritmo diario no cambiaba demasiado, pero después del partido teníamos un atractivo especial, caían las hojas de los Plátanos que acompañaban a unos dos metros a los cordones de adoquines de ambas veredas de las calles de Adrogué, esos que se usaban antes de que el pavimento uniformara todo. Juntar un monton de hojas secas y prender un fueguito, nos empujaba a los chicos del barrio a juntar las manos sobre él simulando un frio que no sentíamos, pero que nos hermanaba ritualmente.
Mientras se asaban las castañas que proveía Marcelo del árbol de su casa o las batatas que traía Fernando, el hijo de Imelda, la verdulera de la esquina que tenía un apartadito dentro de la carnicería de Caviglia, que Uds, sabrán era el padre de Amparito Castro, la que enseñaba baile español y que espiabamos por la ventana. Mayas de baile, chicas levantando las piernas hasta la frente...Todo eso era transportado mágicamente por las batatas hasta el fueguito y era el tema predominante de conversación.
Cuando uno tiene entre 8 y 10 años lo que no sabe se lo inventa. La educación sexual no era tema de debate con los padres, sinó en las fogatas que los chicos hacíamos, asique los misterios se resolvían por el más imaginativo del grupo. Ejemplo:que los chicos se encargaban y nacían por el culo, el ombligo era un error de imprenta sin fe de errata al hacer a los hombres y de la vagina no teníamos ni noticia de para qué servía además de para hacer pis. Tampoco estabamos seguros de que no era alguna malformación congenita.
Agotada la conversación por la carencia de info, se derivaba rápidamente en los temas de fondo, cada uno era de algún equipo de futbol y tenía algún jugador preferido, generalmente el que había hecho el gol el último domingo. Cargabamos al que era de un equipo que había perdido "son unos troncos, unos maletas" etc. hasta que llegaba el fin del campeonato y si uno tenía la suerte de "ser" campeón gastaba a los demás por unos días. No muchos, porque eramos amigos y tampoco era cuestión de burlarse del sufrimiento de un amigo.
Generalmente, el grito pelado de alguna de las madres llamandonos "adentro que ya oscureció", nos sacaba del encanto y cada uno volvía rumiando incognitas a su casa.
El otoño me sigue trayendo el olor al humito de las fogatas de las hojas de plátano y el recuerdo de Imelda que nos proveía de batatas y de la oportunidad de ver a las chicas de Amparito antes de que todos creciéramos y ella se hiciera vedette.
Quien te dice que un día tenga una nieta que se llame Imelda y que les vuele la imaginación a los chicos de 10 años.

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